Hace un par de años, cuando terminé la carrera de Letras, decidí
volcarme a un desenfreno de lecturas sin tón ni són. La idea era leer textos que
no estuvieran avalados por la Academia, nada que me hubieran recomendado o
pautado leer en la Facultad.
Así, cayó en mis manos uno de los tomos de la saga del
inspector Kurt Wallander, del autor sueco Henning Mankell. Yo sentía ya cierto gusto
por los policiales: en mi adolescencia había leído mucho Agatha Christie, luego
Borges, Bioy, un poquito de Poe y Conan Doyle. El género, si está bien escrito,
es siempre cumplidor, así que leí la primera novela de la saga con ciertas
expectativas. El volumen se llama Los
asesinos sin rostro, es de 1991, y en esta primera entrega Wallander tiene
que investigar el cruento homicidio de una pareja de ancianos que puede
esconder “la cara más oscura de la Suecia moderna” (ojo, sería la Suecia de
hace más de 20 años, habría que ver cómo está ahora la situación).
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La leona blanca, H. Mankell. Tusquets, 1993. |
Si bien no es una gran novela, me atrapó lo suficiente como
para empezar a comprar un tomo por mes y leerlos en orden, prolijamente. La
empresa valió la pena. Al llegar al tercer volumen, La leona blanca (1993), Mankell se despacha con lo que mejor sabe
hacer: construye una buena trama, con un caso de magnicidio atrapante (piensen en Sudáfrica en los 90 e imaginen quién podría ser la víctima...). Se trata de dos historias que van en paralelo y que conectan los dos países, por lo que Mankell se da el gusto de radiografiar a la sociedad sueca, pero también la sudafricana, de la que
forma parte hace años, cuando decidió instalarse en Maputo para vivir la mitad
del año en esas tierras y la otra mitad en Suecia. Mankell está interesado especialmente en los
problemas raciales que aun subsisten en Sudáfrica, los vestigios del
Apartheid y el odio contenido de una clase que fue dominante (los bóer) y que ya no lo es más.
La lista completa de títulos de la serie Wallander en la
siguiente:
Asesinos sin rostro (1991)
Los perros de Riga (1992)
La leona blanca (1993)
El hombre sonriente (1994)
La falsa pista (1995)
La quinta mujer (1996)
Pisando los talones (1997)
Cortafuegos (1998)
La pirámide (1999; cuentos que remiten a los inicios de Wallander como policía)
Los siguientes son posteriores, pero no voy a decir de qué así no adelanto cuestiones de la trama:
El hombre inquieto (2009)
Huesos en el jardín (2013)
Antes de que hiele (2002)
En el sitio de Tusquets encontrarán más información sobre
cada novela. Casi todos se consiguen en las librerías de Buenos Aires y aledaños.
Son muchos, sí. Y me los leí todos, sí, porque me fanaticé
fuerte. Tanto, que comencé a interesarme por la historia de Suecia, googleé las
calles de Ystad y hasta busqué la pronunciación de ciertas palabras, para poder
asignarle un sonido en mi cabeza cada vez que la leía. Por ejemplo, parece que
Ystad se dice “iishtad” y Mariagatan (la calle donde vive Wallander) se dice
“Mariagótan”.
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Calle Mariagatan, en Ystad. Sitio donde vive el personaje ficticio Kurt Wallander. |
Si no quieren leerlos todos y no les molesta saltearse
partes de la historia, recomiendo fervientemente, además de La leona blanca, La quinta mujer (un caso buenísimo de violencia de género), Cortafuegos (donde vuelve al tema del
conflicto político en Sudáfrica). De todos modos, Mankell –o su editor– se toma la
molestia de retomar y explicar los hechos más relevantes, como para que las
novelas se puedan leer por separado.
Para que vean que no soy la única, les cuento que Wallander
ha despertado tal fanatismo en el mundo que se montó toda una industria
turística alrededor de su figura. Así, uno puede viajar a Ystad y hacer el tour “Tras los pasos de Wallander”, recorriendo las calles que él transita en las
novelas.
Y ahora sí, ¿por qué leer la saga de novelas de Wallander?
Porque están muy bien escritas, el personaje es sólido y, como todo buen
policía moderno, atribulado: tiene
problemas con la mujer, con la hija, con la comida, con la bebida, con el jefe…
Cumple con todos los requisitos: nunca sigue las reglas, se deja llevar por su
intuición, pero es muy analítico (aunque nunca faltan los momentos de epifanías
que resuelven el conflicto). Además, los temas que tratan son universales: la
delincuencia y sus orígenes, la violencia de las sociedades actuales, los conflictos
sociales, el racismo, el desempleo, la falta de plata. Pero hay algo más que
siempre me cautivó de Wallander: es tan pero tan ético que parece un policía de
ciencia ficción. No existe, para mí como sudamericana, algo igual por estas
tierras. De hecho, cuando leí una novela del comisario Jaritos, de Petros
Márkaris, sí me sentí en presencia de un policía real (Atenas es el conurbano).
Y con el comisario Conde, de Leonardo Padura (Cuba), me pasó lo mismo. Compartimos
miserias, necesidades, odios, defectos. Por eso, al leer a Mankell tengo la
sensación de estar frente a un policía imposible, por más real que lo
construya.
Para los que disfrutan de leer una novela y luego verla
convertida en serie o película, con Wallander están de parabienes: hay varias
versiones suecas y una de la BBC con Kenneth Branagh como un blondo y delgado (y
demasiado llorón, para mi gusto) Kurt Wallander. Para más datos, uno de los
agentes que trabaja con él es Tom Hiddelstone (Loki, el hermano malo de Thor).
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Para los que no lo ubican... Hiddelstone es el de adelante. Festival pal´ojo. |
En resumen: para los amantes del género policial, Mankell es más que recomendable. En próximas entregas comentaré algo sobre Petros Márkaris, Leonardo Padura, John Connolly, Andrea Camilieri y Fred Vargas, todos autores de policiales que he ido leyendo en estos años.